Ciudad del caos

“Neralo. Ciudad del caos” es la primera novela de una trilogía de fantasía y ciencia ficción que se va a ir creando en esta bitácora. Es una novela viva. Por lo tanto, aunque a grandes rasgos ya está escrita en mi cabeza, los comentarios y aportaciones de los lectores podrán ir modificando el transcurso de la historia. Subiré un nuevo capítulo cada sábado. Para leer la novela en su orden correcto, selecionar "Orden posts:Ascendente". Más en: www.neralo.info

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Lugar: Bilbao, Bizkaia, Spain

18 noviembre 2006

21. Explosión

La tropa al completo, excepto Many, estaba en la rotonda, junto a La Sala. En el centro había un gran pilar y una estatua dorada y medio rota. La moto de Polo llevaba un remolque dotado de motores gravitacionales. En el remolque llevaba la bomba GC. Ésta era el centro de atención para casi todos, menos para Ca, que miraba hacia donde estaba su antiguo cuartel.

-Dentro de unas horas toda la ciudad será nuestra. ¿Qué importa un edificio?

-¿Sabes que fue mi hermano quien me inicio en los dragones?

-No sabía que tuvieras un hermano.

-Sí, Polo, tenía un hermano. Era cinco años mayor que yo –Ca hizo una pausa-. Murieron nuestros padres y él decidió que la mejor forma de cuidar de mí era siendo parte de una banda. Cuando cumplí los catorce, me metió de mecánico en la banda. Me tenía prohibido salir; no quería que me pasara nada. Pero, unos meses después de que yo entrara, él murió en una confrontación con el ejército. Al día siguiente me presenté voluntario para el contraataque.

-No es momento de recordar el pasado; es momento de escribir el futuro. Ya tendrás tiempo después para pensar en ello.

-No lo creo. Ésta es la última vez que vemos nuestro cuartel –Ca permaneció unos segundos inmóvil-. Es hora de irse.

Las motos de Ca y Polo se acercaron a la de Elo. A Elo le extrañó que Ca se quedara un poco retrasado mientras Polo se acercaba a explicarle una vez más el plan. Pero, al fin y al cabo, era el plan de Polo. Era lógico que fuera el líder del ataque. Por lo menos hasta que llegara el enfrentamiento cuerpo a cuerpo.

-Recuerda que estamos conectados. Vamos a ir dándote todos los detalles. Cuando oigáis la explosión, id a “El Hospital”. Si se pasa la hora señalada… marchaos, todos. Eure tiene las instrucciones para preparar un nuevo ataque… por si yo no volviera.

Dicho esto, Polo saludó con la cabeza y se marchó. Ca hizo lo mismo y acompañó el gesto con la mano. Los dos vestían de negro y sus motos eran del mismo color. Ca quería haber usado su moto y su traje habituales; se sentía más cómodo con ellos. Pero Polo le había dicho que eran demasiado llamativos y que tenían que pasar inadvertidos, así que los dos vestirían de negro.
***

Ca y Polo llegaron hasta el antiguo estadio de fútbol. Polo lo miró impresionado. Aunque sabía perfectamente que estaba allí, nunca lo había visto con sus propios ojos. Era territorio ocho y a esa zona sólo se entraba para una cosa: para pelear. Así que Polo nunca había podido verlo.

Se escondieron en el edificio de enfrente, en lo que parecía un bar en ruinas. Apagaron sus motos para no llamar la atención y esperaron. Polo miraba atento al estadio. Ca, sin embargo, miraba intermitentemente al estadio y a Polo sin entender muy bien lo que pasaba.

Un grupo de seis militares apareció en la distancia. Ca tomó la pistola en su mano y la levantó lentamente. Polo se dio cuenta cuando Ca ya estaba apuntando. Golpeó en el cañón del arma y ésta cayó al suelo.

-¿Qué demonios estás haciendo? Si los matas, alertarás a los demás. Emiten un informe cada minuto. Se darían cuenta de que algo va mal antes de que lleguemos.

Ca miró atónito a Polo. No esperaba su reacción. No sabía si pedirle perdón o reprocharle el haber impedido acabar con unos ochos. Así que finalmente calló y esperó.

Uno a uno los militares fueron metiéndose por diferentes entradas al estadio. Cuando todos hubieron entrado, Polo le hizo una señal a Ca y los dos volvieron a montar en sus motos. Fueron con sigilo hasta el complejo, bajaron de sus motos y soltaron el remolque. Ca empujaba de él mientras Polo tiraba. En realidad, con una persona hubiera bastado para moverlo, pero así era más manejable.

Con sólo media docena de militares en el edificio, no habría sido difícil infiltrarse. Pero el ir empujando un remolque enorme complicaba la misión. Sólo disponían de cinco minutos y, por lo menos, tenían que llegar. Poco a poco fueron avanzando por las estancias y pasillos hasta alcanzar la zona más cercana a “El Hospital”.

-Bueno… ya está hecho lo más difícil.

-No te confíes, Ca. Todavía tenemos que salir sin que nos vean.

-¡Venga ya! Si hemos entrado con este trasto y no nos han detectado, ¿por qué lo iban a hacer ahora que vamos con las manos vacías?

-Tú sólo no te confíes. Ya está lista. ¡Vámonos!

Ca y Polo retomaron el camino de vuelta. Volvieron en casi todo momento por los mismos pasillos por los que habían entrado. Cada vez faltaba menos para llegar a la salida y, a cada momento, iban más confiados. Cuando doblaron una esquina, sorprendieron a dos militares hablando. Quisieron dar media vuelta antes de que los descubrieran, pero era demasiado tarde: ya habían visto a Polo.

-¡Alto!

-Tampoco tanto, no mucho más de metro sesenta y ocho.

Los militares no fueron los únicos que se quedaron mirando extrañados a Polo. Ca tampoco pudo evitar pensar que estaba loco. Pero no dijo nada.

-¿Qué tenemos aquí? –preguntó uno de los militares.

-¡Un capullo! –respondió el otro.

-Encantado –Polo extendió su mano-. Yo soy Polo.

Uno de los militares cogió la mano de Polo y la retorció, haciéndole caer al suelo de rodillas.

-¿Me estás tomando por un idiota?

-Lo que yo piense no le importa a un idiota como tú –Polo miró de reojo hacia donde se encontraba oculto Ca, quien seguía atónito la escena-. Sólo un idiota no sabría cuándo está en presencia de un líder.

Ca empezaba a intuir la jugada de Polo. Los dos militares estaban demasiado atentos en Polo como para descubrir la presencia de Ca y éste tenía vía libre para hacer lo que creyera conveniente.

-¿Así que te crees un líder?

-He dicho que un idiota no sabría cuándo esta en su presencia y tú eres un grandísimo idiota.

El militar sacó su pistola y se la puso a Polo en la cabeza. Frotó la pistola contra su sien, haciendo girar el cañón de derecha a izquierda y regocijándose mientras Polo sentía el frío del metal que lo mataría. Aprovechando este momento, Ca disparó al militar, atravesándole la cabeza de lado a lado. Éste se desplomó en el suelo, inerte. El otro militar intentó reaccionar a tiempo, pero antes de poder sacar su arma Ca le disparó a una rodilla y cayó al suelo.

-Malditos militares engreídos –comentó Ca con desprecio-. Y tú y yo ya hablaremos, Polo –añadió Ca un poco enfadado.

-Hijo de… -el militar no pudo terminar el insulto porque Ca le disparó a la otra pierna.

-¿Cuánto tiempo tenemos?

-Minuto y medio.

-Una pena, amigo –le dijo al militar-. No vamos a tener tiempo de intimar –Ca disparó al militar en el estómago.

-Ma…ta… –intentó decir el militar, pero antes de terminar la frase empezó a toser sangre.

-No te preocupes: en un minuto estarás muerto. Hasta entonces, sufre un rato, cabrón.

Ca y Polo siguieron su camino. Ninguno habló hasta que salieron del edificio. Allí, escondidas donde las habían dejado, estaban sus motos esperándoles. Montaron en ellas y se alejaron lo suficiente como para que la explosión no les afectara.

-Atento a esto, nunca has visto nada igual –Polo apretó el botón del control remoto.

No se oyó nada. Aparentemente todo estaba normal. Pero la zona del edificio donde habían colocado la bomba parecía temblar ligeramente. Los temblores fueron aumentando hasta convertir la pared en una especie de masa borrosa y, en ocasiones, semitransparente. Finalmente llegó el estruendo, cuando el edificio se resquebrajó.

Una de las paredes se separó del resto del edificio. La parte inferior, que casi no se veía a causa de los temblores, desapareció sin dejar rastro aparente. A medida que iba cayendo, el resto de la pared también desaparecía antes de tocar el suelo. El edificio siguió derrumbándose. Los escombros que se acercaban demasiado al campo de gravitación caótica corrían la misma suerte que la pared.

En la zona más afectada empezó a formarse un cráter. Parecía que hubiera una espesa capa o manto de energía moviéndose por la zona, intentando huir del lugar y a la vez presa en él.

El brillo de un foco cercano que iluminaba la zona empezó a titilar y, finalmente, una estela de luz se lanzó hacia el campo de gravitación caótica. Pasó lo mismo con toda la luz que había alrededor: se lanzaba en rayos y haces contra el edificio. Luego salían disparados; incluso parecían chocar entre sí.

Ca miraba atónito sin entender lo que veía. Le costaba incluso creer que fuera verdad. Polo, en cambio, observaba orgulloso su obra.

-Una pena que sea imposible de controlar –comentó un poco entristecido-. ¿Ves toda la energía que se está concentrando en la zona? Si pudiéramos absorberla, no tendríamos necesidad de generarla. Pero no sabemos cuándo va a empezar a flojear el campo gravitacional y, por lo tanto, no sabemos cuándo empezará a liberarse esa energía a la atmósfera.

-¿Qué…?

-Además se liberará poco a poco y en todas direcciones…

-¿Qué coño ha pasado? –lo interrumpió Ca.

-Bueno, hemos generado un campo de gravitación caótica que…

-¡No! Eso ya lo sé. ¿Por qué ha desaparecido parte del edificio? ¿Y de dónde ha salido ese cráter?

-Bueno, al generar dos focos de gran intensidad, uno que repele y otro que atrae, hemos provocado un movimiento de la materia. Eso es lo que ha provocado los temblores y luego la ruptura del edificio.

-Pero, ¿a dónde ha ido toda esa materia?

-No se ha ido, sigue ahí, descompuesta en átomos y partículas. Cuando la gravedad se estabilice, se volverán a unir por su propia fuerza atrayente, generando, seguramente, un manto de polvo o arenisca.

Ca no supo qué responder a la explicación. Se quedó un momento callado, meditando. Al final sólo pudo añadir una cosa.

-Vamos con Elo, nos necesita.