Ciudad del caos

“Neralo. Ciudad del caos” es la primera novela de una trilogía de fantasía y ciencia ficción que se va a ir creando en esta bitácora. Es una novela viva. Por lo tanto, aunque a grandes rasgos ya está escrita en mi cabeza, los comentarios y aportaciones de los lectores podrán ir modificando el transcurso de la historia. Subiré un nuevo capítulo cada sábado. Para leer la novela en su orden correcto, selecionar "Orden posts:Ascendente". Más en: www.neralo.info

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Lugar: Bilbao, Bizkaia, Spain

14 octubre 2006

16. La alianza

Un gran número de motoristas estaba reunido en la rotonda, junto al cuartel de los payasos. Cuando se hubieron reunido todos los convocados, una horda de motoristas, encabezados por los jefes de las cinco bandas, salió al encuentro del ejército. Los gritos de la gente, acompañados del rugir de las motos, daban un aspecto temible a la marabunta.

El camino hasta el cuartel de los puños metálicos fue más una fiesta que una marcha militar. Todos los presentes estaban deseosos de sangre de ocho y, nada más llegar, sin hacer caso de la estrategia, empezó la matanza. Los disparos, explosiones y gritos se sucedieron en una agónica melodía macabra. Ca contemplaba desesperado la obra, chillando sin parar para intentar que sus órdenes se escuchasen por encima de la música de la batalla. Pero nadie respondió a su voz.

Ca estaba perdido, perdido entre la muchedumbre y sin saber qué hacer, cómo reaccionar. Todo daba vueltas a su alrededor. Entonces, el sonido de un disparo se sobrepuso a todo lo demás. Algo golpeó su hombro izquierdo, que empezó a arderle. Se tambaleó un poco y cayó de rodillas al suelo. Entre la muchedumbre borrosa, vislumbró a un militar empuñando una pistola. Apuntaba a su hombro y todavía salía humo del arma. Su cara le era familiar. Era un muchacho. Era aquel muchacho asustado con el que se había encontrado hace días, aquel muchacho que no se atrevió a dispararle, al que él había perdonado la vida. Y ese muchacho estaba apuntándole ahora a la cabeza.

Ca se levantó con un grito de pura rabia. La adrenalina ocultó el dolor y la razón. Tomó su ametralladora y descargó una ráfaga contra el rostro del muchacho. Ca tenía los ojos desorbitados y los restos del muchacho le caían por su cara. Esbozó una sonrisa macabra, enseñando sus dientes manchados de sangre. Poseído por la locura y frenesí del momento, se olvidó del plan y se unió al espectáculo de muerte y violencia.

A medida que iba matando más militares, más se separaba de la realidad, hasta llegar a un punto en el que tenía la impresión de estar manejando un cuerpo muerto del que le llegaban, a modo de interferencias, algunos sonidos e imágenes. Una de las interferencias empezó a cobrar sentido y, cuanto más se esforzaba por entender lo que oía, más se acercaba a la realidad y la conciencia.

-¡…a! ¡…a! ¡Ca! ¡Ca…o…! ¡Carlos! ¿Me escuchas, Carlos? ¡Mírame! ¡Soy yo, Many! ¡Mírame!

Ca parpadeó compulsivamente. Había una chica zarandeándole. Tenía el pelo corto, hasta la altura de la barbilla. Ca agarró el pelo entre sus manos.

-No me había fijado: te estás dejando otra vez el pelo largo... Te queda mejor. Estás más guapa.

-Gracias, Ca. ¿Estás bien?

-Creo que he debido de dislocarme el brazo derecho. No lo siento.

-No pasa nada, no te preocupes –Many arrancó una de sus mangas e hizo un vendaje con ellas para cubrir la herida de bala-. Cuando volvamos les diré que te curen. ¿Puedes andar?

-Sí, creo que sí –Ca se levantó con la ayuda de Many.

Ca observó el paisaje y, por primera vez, se hizo consciente de la situación. Era dantesco. Ca no podía verse la cara, pero miró sus manos cubiertas de sangre, la ropa desgarrada y los restos de otras personas que colgaban de ella.

-¿Cómo está la cosa?

-Tu plan se ha ido al traste. Pero aun así, llevamos ventaja. Hay unos pocos ochos encerrados entre dos fuegos, el nuestro y el de los puños y los predadores. Pero es cosa de minutos. Luego podremos hablar con los líderes.
***

Ca entró en el cuartel de los puños metálicos acompañado de Many, quien todavía le ayudaba a andar. El edificio era un antiguo palacio deportivo. Las gradas habían sido reconstruidas para formar habitaciones. Jarro y Beda estaban esperando en la pista central. El suelo estaba lleno de cadáveres y restos humanos, pero la masacre no era ni una pequeña parte de lo que podía verse fuera.

-¿Por qué has venido? ¡No te hemos pedido ayuda!

-Ni yo te la he ofrecido. Sólo hemos aprovechado para matar algunos ochos. No creas que todo este espectáculo ha sido porque me he hecho hermanita de la caridad.

-Bonito discurso, ¿qué es lo que pretendes?

-¿Pretender? ¿Yo? Nada.

-Has venido para que nos unamos a tu grupito de exploradores, ¿no?

-No he sido yo quien ha sacado el tema, pero ya que lo mencionas… Como has podido ver, los ochos no tienen miramientos a la hora de matarnos. Y, por separado, somos débiles. Así que la única salida es la unión. Luchar juntos, morir solos. No hay más posibilidades.

-No creo…

-Deja de hacerte el duro, Jarro. ¿No ves cómo estoy? Tengo que agarrarme a Many para mantenerme en pie. No voy a aguantar tus estupideces. ¿Te unes a nosotros? ¿Sí o no?

-¿Dónde estáis?

-En el cuartel de los payasos. Te espero en media hora.
***

Ca estaba tumbado en una cama. Un médico estaba sanándole la herida y Many esperaba sentada en una silla. Se abrió la puerta y entraron los líderes de las bandas restantes.

-¡No pueden entrar aquí! ¡Está herido!

-No me vengas con esas. No tengo tiempo para perderlo contigo, Ca.

-Tranquilo, Jarro. Ha sido un error, ¿verdad? –Ca miró al médico, quien no se atrevió a negarlo-. Podéis pasar. No hay sillas para todos, pero no me importa que os sentéis en el suelo. Está limpio.

-¿Esto es una reunión de líderes o una fiesta de jóvenes alcoholizados?

-Ya lo siento, Beda. Tienes razón. Si hubiese tiempo suficiente para organizar una reunión como es debido, todos sabéis que lo haría. Pero no es así, no podemos. Así que esto es lo que hay, y vosotros lo sabéis. La pregunta es simple: ¿uniremos las siete bandas en una sola?

-Está bien. No hay otra posibilidad y lo admito. Pero no voy a aceptar que seas tú nuestro líder. Haremos elecciones.

-Es una buena sugerencia.

-¡No! No es ninguna sugerencia, es una orden. Si no se cumple, no contéis con nosotros.

-Ya lo sé. Elo, ponles al corriente por favor. Yo voy a descansar. Mañana hablaremos más detenidamente. Por cierto, no olvides mencionar a Oriol y su antena. Haz la votación. Ya conoces lo que opino. Y no os olvidéis de…

-¿Te vas a callar? ¡Tú si que vas a olvidar! Vas a olvidarte de todo y a descansar.

-Sí, madre –respondió Ca en tono burlón-. ¿Qué sería de mí sin Many? Bueno, qué le vamos a hacer… Lo dicho: mañana estamos.