Ciudad del caos

“Neralo. Ciudad del caos” es la primera novela de una trilogía de fantasía y ciencia ficción que se va a ir creando en esta bitácora. Es una novela viva. Por lo tanto, aunque a grandes rasgos ya está escrita en mi cabeza, los comentarios y aportaciones de los lectores podrán ir modificando el transcurso de la historia. Subiré un nuevo capítulo cada sábado. Para leer la novela en su orden correcto, selecionar "Orden posts:Ascendente". Más en: www.neralo.info

Mi foto
Nombre:
Lugar: Bilbao, Bizkaia, Spain

12 agosto 2006

7. Siete

La Sala estaba esta vez medio vacía. Había una mesa redonda en el centro y siete personas sentadas en ella. Detrás de cada persona había más personas sentadas. Las siete personas fueron una a una levantándose y presentándose a los demás.

-Soy Carlos. Todos me conocen como Ca. Soy el nuevo líder de los dragones.

-Me llamo Beda. Lidero a los predadores desde hace cuatro años.

-En representación de los lagartos he venido yo, Eón.

-Jarro, líder de los puños metálicos.

-Me presento como nuevo líder de los payasos, Elo.

-Soy Sombra, líder de los merodeadores oscuros.

-Yo soy Jeul, el líder de los topos y aliado de los dragones.

Una vez hechas las presentaciones, todos se sentaron. Se hizo un pequeño silencio. Al final, Ca empezó a hablar.

-Sé que me he saltado unos cuantos pasos para reuniros hoy aquí. Pero no tenía otra posibilidad. No sé cómo, pero parece que el ejército es más fuerte hoy que ayer. Y mañana será más fuerte que hoy. Si no hacemos algo rápido, van a acabar con nosotros. Mi propuesta es sencilla: unámonos las siete bandas y luchemos con todos nuestros efectivos en un solo flanco. ¿Qué decís?

-Yo creo que puedes meterte tus jodidos planes por donde te quepan –dijo el líder de los puños metálicos-. El lío en el que estamos metidos es culpa tuya. Arréglatelas tú solito. Es más, ¿por qué no te entregamos a los ochos? Así nos salvaríamos los demás.

-La historia es curiosa a veces –comentó Jeul-. Resulta que los cobardes somos nosotros. Vosotros erais los que hablabais de posibles uniones para ser más que el ejército. Pero cuando se necesita de verdad, no sois capaces de meteros en una lucha abierta.

-¿Y tú? ¿Te crees valiente? Lo que eres es un jodido loco. Declararse en guerra contra el ejército siendo sólo vosotros dos es una locura.

-Por eso te he hecho venir, Beda. Por eso os he reunido. Para convertir esa locura en una posibilidad. Y convertir esa posibilidad en una realidad.

-No cuentes conmigo.

-Apoyo a Beda, tampoco cuentes con los puños metálicos.

-Pues puedes contar con los payasos, Ca. Sé que en el pasado hemos tenido nuestras diferencias. Pero hubo una vez en la que luchamos juntos contra los ochos. Volveremos a luchar juntos, pero esta vez venceremos.

-Está bien, gracias, Elo. Ya somos los dragones, los payasos y los topos. ¿Qué vais a hacer vosotros?

-No me lo creo: los dragones y los payasos reunidos otra vez. Esta sí que es buena.

-¡Calla, Beda!

-No me digas lo que tengo que hacer. Un bufón como tú no se merece mi respeto. Los payasos han estado molestándonos toda la vida. No creas que me voy a unir a ti. Antes muerto que con un payaso.

-Bien, lo que tú quieras. Espero que sea muerto.

-¿Y a qué se debe esa unión?

-No tengo que dar explicaciones de mis actos a nadie, ni siquiera a ti, Eón.

-Bueno, bueno, tampoco es para ponerse así. Creo que a todos nos ha sorprendido vuestra unión. Después del odio que os habéis demostrado siempre.

-Sí, pero venden sus creencias al mejor postor.

-¡Te he dicho que te calles, Beda!

-No, si tiene razón. Lo que pasa es que los ochos les están dando duro. Y si no se unen a alguien ya, no duran ni dos días.

-Pero por lo menos peleamos cara a cara contra el ejército. ¿Qué vais a hacer vosotros? Seguro que vuestros puños metálicos están oxidados. ¿Y los demás? ¿En que lado os colocáis?

-Nosotros no nos metemos en esta guerra. Lo siento, Elo, pero tengo que proteger a los lagartos.

-Los merodeadores oscuros nunca nos hemos peleado abiertamente. Siempre hemos atacado al ejército desde las sombras. Somos más ladrones que guerreros. Pero, aun así, cuenta con nosotros, Ca.

-Por lo que veis, cuatro de las siete bandas nos hemos unido. ¿Estáis seguros de lo que hacéis? Somos más de la mitad. Y os convendría tanto o más que a nosotros pertenecer a la alianza que estamos forjando ahora mismo.

-No me vengas con esas patrañas. Los ochos no se han metido en territorio de los lagartos. Pero si nos unimos a vosotros, nos van a destrozar. Entiéndelo: no puedo hacer nada.

-Sí, lo entiendo. Entiendo que sois unos cobardes. ¿No has oído nunca eso de que quien nada arriesga, nada gana?

-Pero ¿merece la pena arriesgar tanto? Son vidas humanas las que están en juego.

-Pregúntatelo al revés. ¿Merece la pena no arriesgarlas?

-Repíteme esa pregunta cuando no te quede nadie para plantar cara al ejército. Nos vamos.

Jarro se levanto y dio media vuelta. Las personas que habían venido con él le siguieron y las bandas que no habían llegado a un acuerdo se marcharon.

-Yo esperaba que fueran más razonables. Nada ha salido como esperaba. Pero no tenemos otra alternativa. Vamos a atacar al ejército, seamos cuantos seamos. Jeul, ¿has traído el cañón láser?

-Sí, aquí lo tengo.

-Mira, Sombra. Esta es una de las últimas adquisiciones de los ochos. Está claro que se las ha tenido que enviar algún pez gordo. Vosotros sois muy buenos infiltrándoos. Quiero que consigáis tantos cañones láser como podáis traer. Y a todos los demás vais a colocarles un pequeño chip que hemos preparado. De esta forma, los cañones funcionarán perfectamente, menos cuando se encuentren cerca de un receptor como éste de aquí –Ca sacó un pequeño aparato del bolsillo-. Así, vendrán a atacarnos con cañones que creerán en perfecto estado. Y, cuando los disparen… Bueno, podéis imaginarlo. ¿Entendido?

-Captado.

-Bien. Cuando tengamos los cañones, lanzaremos un ataque directo desde el puente rojo –hizo una pequeña pausa-. Se me olvidaba: también tienen unas plataformas equipadas con motores gravitacionales. Cada una tiene un par de ellos. Pero uno es suficiente para elevar a una persona. Quitadle un motor a cada una y traédmelos. Cuando tengáis todo, entrad a los subterráneos. Hemos hecho una entrada al cuartel de los dragones –hizo otra pausa y continuó con lo que estaba diciendo-. Mis técnicos están arreglando la maquinaria del puente. Vamos a aprovecharnos de ella.

-Un hurto tan simple como ése te lo haría con los ojos cerrados.

-Mejor mantenlos abiertos, por si acaso. Elo, tú reúnete conmigo y tus estrategas militares en mi despacho dentro de una hora.

-Ahí estoy.
***

El despacho de Ca estaba más lleno que de costumbre. Estaban Ca, Many y otros cuatro jefes, Elo, sus personas de confianza y los estrategas militares de ambas bandas.

-Es una locura enfrentarse a los ochos en campo abierto –chilló uno de los estrategas.

-¡Qué va! Es genial. No se lo esperarán. Además, si los otros puntos salen bien…

-Los otros puntos, los otros puntos… –interrumpió de nuevo el estratega-. Pero, ¿qué pasará si salen mal? Hay que contar con esa posibilidad.

-No saldrá mal, Seu. Ya está en marcha la sustracción de bienes al ejército. Y algunos de nuestros efectivos están dirigiendo los ataques de los ochos a la zona indicada, para así, el día que ataquemos, tenerlos en el lugar adecuado.

-Es un suicidio –volvió a interrumpir.

-Es la mejor opción que tenemos, tranquilo, confía en mí. Yo confiaré en Ca –lo tranquilizó Elo.

-Está bien. Si es un suicidio lo que queréis, que sea un suicidio en toda regla. ¿De cuánta dinamita disponemos?