Ciudad del caos

“Neralo. Ciudad del caos” es la primera novela de una trilogía de fantasía y ciencia ficción que se va a ir creando en esta bitácora. Es una novela viva. Por lo tanto, aunque a grandes rasgos ya está escrita en mi cabeza, los comentarios y aportaciones de los lectores podrán ir modificando el transcurso de la historia. Subiré un nuevo capítulo cada sábado. Para leer la novela en su orden correcto, selecionar "Orden posts:Ascendente". Más en: www.neralo.info

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Lugar: Bilbao, Bizkaia, Spain

05 agosto 2006

6. Primer asalto

La muerte de Rob se dio a conocer en toda la ciudad. Y los miembros más radicales de los payasos celebraron su funeral en diferentes sitios, provocando diversos altercados. Ca estaba reunido con Arlin.

-¿Ves lo que has conseguido matando a Rob? Los payasos están alterados. Y no paran de destrozarlo todo.

-Tranquila. ¿No te dije que hablé con los jefes? –Arlin hizo un gesto afirmativo-. Pues entonces... Aunque no quieran aliarse conmigo, saben que van a tener problemas con el ejército. Y muy gordos. No tienen otra solución.

-¿Y si su orgullo los lleva a abandonarnos?

-Entonces moriremos todos. Pero no creo que eso pase. Los altercados que están provocando los radicales de los payasos sólo nos facilitan las cosas. Y a ellos los ponen entre la espada y la pared.

-No estoy tan segura de que sea tan bueno que unos payasos locos anden sueltos destrozándolo todo.

-¿No ves que los ataques de los ochos se suceden con más frecuencia que antes? Y, ¿a quién crees que van a atacar? Es más, ya están sufriendo los ataques del ejército.

-Y nosotros también.

-Pero no es lo mismo. Los radicales son una molestia para el ejército. Así que, con cada vandalismo por parte de los payasos, hay un nuevo ataque militar.

-No van a durar mucho así. Sólo hay que esperar a que estén lo suficientemente destrozados para que se unan a nosotros sin dar explicaciones. Pero sin pasarse, porque, como se los carguen, estamos jodidos.

-Te la juegas mucho. Y no es sólo tu vida la que te estas jugando. También la nuestra. Si fueras otra persona, seguramente no seguiría aguantándote –hizo una pausa dubitativa-. Bueno, la verdad es que, aunque no quiera aguantarte más, nos has metido en un callejón sin salida. Estamos obligados a entrar en tu juego. Sólo espero que conozcas las reglas.
***

Hacía varios días que había muerto Rob. Las batallas en la ciudad se sucedían continuamente en todas las zonas. Llegó uno de los grupos encargados de retener el avance de los ochos. Faltaban más de la mitad y sólo unos pocos se encontraban en condiciones de seguir peleando.

-¿Cual es la situación?

-Veinticinco bajas, trece apresados y quince heridos. Nos han quitado la zona oeste. Resistimos a la altura de la iglesia, pero no durarán mucho más –respondió la persona de más alto rango de las que habían vuelto.

-¿Trece apresados? Es ilógico, no los castigan públicamente, ni los usan como moneda de cambio ni nada. ¿Qué demonios están haciendo con los presos? ¿Lo sabemos ya?

-Parece ser que los embarcan en naves propulsadas y se los llevan. Pero no sabemos ni a dónde ni para qué –contestó uno de los jefes.

-¿Y cómo es que los ochos tienen tanta potencia?

-Al parecer se han aliado con algún pez gordo. Y ahora no están aislados. Por lo visto tienen comunicación con otras ciudades.

-¡Mierda! ¡Puta mierda! –Ca gritó para soltar su rabia-. Esto va mal, muy mal. Yo no contaba con ello. Mandad un mensajero a cada banda. Hoy nos reuniremos en la Sala las siete bandas.

-Pero, Ca... Una reunión de bandas no se puede hacer así como así. Hay que consultar primero a los líderes, luego hay que…

-Mierda burocrática –le interrumpió Ca-. No tenemos tiempo para esas tonterías. Esta noche, todos los líderes a la Sala. ¡Que no falte ninguno!

-¿Y qué hacemos con los ochos? Están en la iglesia.

-Many, vente con todo tu personal. Vamos a darles caña.
***

La iglesia estaba medio destrozada cuando llegó Ca con los refuerzos. Había unos francotiradores apostados en la cima de la torre, junto a la iglesia. Aprovechaban la enorme cruz como escudo. Ca se colocó en una de las trincheras, donde pidió información a la persona que estaba al mando.

-La cosa está muy mal. Sus armas no son mejores que las nuestras, pero son más. Y, además, están esos furgones blindados en los que meten a la gente que apresan. También los utilizan para escudarse.

-¿No podéis reventarles la ruedas?

-Lo intentamos, pero están protegidas. No sabemos qué hacer.

-Seguid disparando, matad a tantos como podáis. O, por lo menos, inhabilitadlos.

Ca preparó su ametralladora, se acercó a Many y le dio un golpecito en la espalda.

-¿Está tu tropa lista?

-Sí.

-Pues, ¡a por ellos!

Ca, Many y otras treinta personas empuñaron sus armas y salieron corriendo hacia donde estaban los del ejército. Primero lanzaron una carga de bombas de humo para impedir que los vieran acercarse. Luego, cuando se hubieron acercado lo suficiente, lanzaron otra carga, pero esta vez de explosivos. Entre confusión, ruido, humo, fuego y sangre, empezó el tiroteo.

Ca se dirigió a la derecha. Había en el suelo un militar agonizando que había perdido su cuerpo de cintura para abajo. Disparó a su corazón y las convulsiones del militar cesaron. Se veían perfectamente los efectos de una explosión en el lugar: los cuerpos, extremidades, sangre y objetos estaban esparcidos alrededor del punto de impacto. Ca notó el frío metálico de una pistola en su cabeza. Tomó el puñal en su cintura y, con un giro de cadera, cortó los tendones de la mano de un militar, quien dejó caer la pistola. Luego le enganchó por el brazo y le disparó con su ametralladora en la cabeza.

Se oían disparos hacia la izquierda, así que se dirigió hacia allí. Cuatro militares y dos dragones se tiroteaban, pero ninguno alcanzaba a los demás, pues estaban bien atrincherados. Ninguno se dio cuenta de su llegada, por lo que aprovechó, apuntó al pecho de uno de ellos y lanzó una ráfaga moviendo la ametralladora hacia la derecha. Los ochos cayeron al suelo. Se oyó otro disparo detrás de Ca. Miró hacia atrás, donde había un militar en el suelo con la pistola en la mano. Detrás estaba Many. Todavía apuntaba con su pistola.

-Gracias.

-No es nada.

El humo ya casi había desaparecido, y los fuegos se habían apagado. Los supervivientes de los dragones remataban a los militares que quedaban. Unas pocas personas quedaron en la zona por si el ejército volvía a atacar. Los demás volvieron al cuartel.
***

Ca estaba en la sala que utilizaba como despacho cuando llegó Ure. Entró, saludó a Ca y Many, y se sentó en una de las sillas.

-Bien… ¿Qué sabes de la reunión?

-Todas las bandas han aceptado reunirse contigo en la Sala. Pero sólo los topos y los payasos parecen contentos de que se celebre. Si me permites opinar…, no parece que vaya a conseguirse una unión de las siete bandas.

-Gracias, Ure, pero no hay más remedio que intentarlo. Puedes irte. Descansa un rato, te vendrá bien.

Ure se marchó. Many miró a Ca con preocupación.

-¿Qué opinas?

-No sé. Habrá que esperar a esta noche a ver qué pasa. Pero como esos idiotas decidan seguir solos, estamos jodidos. Tú también tendrías que descansar. Quiero que estés bien cuando lleguemos a la reunión.